Tomado de sitio web del Minrex
El 24 de febrero de 1976, aniversario 81 del inicio de la gesta independentista de 1895, organizada por José Martí, fue aprobada por el voto libre, igual, universal, secreto y consciente de la inmensa mayoría de los electores cubanos, hombres y mujeres de nuestro pueblo desde los 16 años de edad, la Constitución de la República de Cuba. Previamente había tenido lugar un proceso de amplia consulta popular como expresión de la democracia socialista existente en el país y por medio del cual el pueblo se dio a sí mismo su Carta Magna, como lo definió previamente Fidel en la presentación del Informe Central al I Congreso del Partido en diciembre de 1975.
Más de seis millones de cubanos, agrupados en las organizaciones políticas y de masas, los organismos y las unidades militares –por primera vez en la historia de Cuba– y las misiones en el exterior, participaron de forma directa y personal en la discusión del proyecto, como resultado de lo cual su contenido se enriqueció sustancialmente mediante las propuestas de ratificación, en unos casos, y de modificación y adición en otros, realizadas por los participantes en las diversas asambleas efectuadas, y que fueron valoradas y perfeccionadas por la Comisión Preparatoria Central antes de someterla a Referendo.
Ese día, 24 de febrero, quedaba aprobada la primera Constitución socialista de América y la séptima en nuestro país. A diferencia de ellas, esta se distinguió no solo por el modo en que fue elaborada, sino, esencialmente, por el contenido, el carácter de sus postulados y su relación con la realidad existente.
Quedaba sin efecto la Ley Fundamental de 1940, que, aunque tenía un articulado de carácter progresista y avanzado para su tiempo, debido a la presión popular y a la combativa participación de los delegados comunistas, con incontables modificaciones y remiendos realizados por acuerdos del Consejo de Ministros en virtud de una cláusula añadida por la Revolución victoriosa, resultaba incompatible con el proceso revolucionario en curso.
Atrás quedaba la estructura provisional del Gobierno revolucionario. Las transformaciones en la sociedad requerían de instituciones sólidas, eficaces y perdurables, que consolidaran lo alcanzado y garantizaran su continuidad en el tiempo.
El periodo transcurrido desde el triunfo aportaba la suficiente madurez y la experiencia necesaria para enfrentar una etapa nueva con una Carta Magna que se correspondiera con las características de la sociedad en construcción, con la conciencia social, las convicciones ideológicas y las aspiraciones populares. Del mismo modo, debía reflejar en su contenido el carácter del sistema político, las transformaciones económicas, sociales y políticas operadas por la Revolución y los logros conquistados por el pueblo. Como señaló Fidel en el Informe Central al Primer Congreso: «Una Constitución, en fin, que consolide lo que somos hoy y nos ayude a alcanzar lo que queremos ser mañana».
La Constitución consagró el anhelo de nuestro Héroe Nacional José Martí de que la Ley primera de la República fuera el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre, consolidó jurídicamente lo logrado por la Revolución y normó los objetivos del proceso de construcción socialista en el país, e hizo realidad palpable, como señaló Raúl, en su discurso de proclamación, que la soberanía residía en el pueblo y que de este dimanan todos los poderes públicos.
En correspondencia con ello, el pueblo votó por la construcción del socialismo en nuestra nación y por los principios, los objetivos y el rumbo de la Revolución.
La Constitución que hoy proclamamos, señaló Raúl, es, como dijera Fidel, «un texto digno del Primer Estado Socialista de obreros y campesinos, de trabajadores manuales e intelectuales del continente americano, en el cual la soberanía y todo el poder pertenece real y verdaderamente al pueblo laborioso».
Con ella, el país enfrentó las trágicas consecuencias de la desintegración de la Unión Soviética y el derrumbe del campo socialista europeo, los embates imperiales y la entrada del país en la etapa de periodo especial en tiempo de paz, y sentó las bases para una nueva Carta Magna, que diera continuidad a la aspiración de construir un socialismo próspero, sostenible y de amplia participación popular, bajo la certera dirección del Partido Comunista de Cuba.