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Fefa, la maestra necesaria

Fefa, como le dicen sus amistades, es una maestra de las de verdad, de las tantas que hay en el país que de manera anónima forman a muchas generaciones de cubanos y que hoy gozan del privilegio de encontrar a sus alumnos por la calle o en cualquier lugar que vaya. Se podría decir que […]

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Fefa, como le dicen sus amistades, es una maestra de las de verdad, de las tantas que hay en el país que de manera anónima forman a muchas generaciones de cubanos y que hoy gozan del privilegio de encontrar a sus alumnos por la calle o en cualquier lugar que vaya. Se podría decir que su legado viaja a través del tiempo.

Dicen sus compañeros del centro escolar Luis y Sergio Saíz Montes de Oca, de la capital pinareña, que Josefa Márquez Cordero es una mujer sacrificada y dedicada a su trabajo, motivos sobrados para que su historia se cuente.

Nació en Consolación del Sur, en un lugar intrincado de Río Hondo, y según nos narró, la primaria la hizo en una escuela llamada William Soler. Sus padres eran campesinos y la familia vivía lejos de la carretera, por tanto, para hacer la secundaria tuvo que becarse.

«Con 13 o 14 años empecé mis estudios como maestra, aquellos años fueron buenos. Teníamos entusiasmo porque la escuela era nueva, la iniciamos nosotros y vino el Comandante en Jefe a la inauguración.

«El primer año fue de mucho sacrificio, pues ayudamos cantidad en la construcción del plantel, a cargar losas, botar escombros…», recuerda y es como si el tiempo de la adolescencia y primera juventud pasara otra vez por sus ojos: los compañeros de estudio, los profesores, el aula, las relaciones personales, los compromisos, las tareas de su generación…

¿Cuándo comenzó en la Formadora le gustaba ser maestra?

«Sí, me encantaban los niños, trabajar con ellos. En el campo no era igual que ahora, pero siempre me gustó ayudar, atender y jugar con los pequeños, además, fue la primera carrera que vino cuando terminé sexto grado y decidí estudiarla.

«En cuarto año hice las prácticas docentes, ejercí en San Andrés, luego por la Carretera Central en el Entronque de Herradura, desde donde viajaba todos los días hasta Río Hondo».

Después de graduada, la ubicaron a trabajar en Consolación del Sur y allí estuvo 17 años, hasta que en 1996 se trasladó a Pinar del Río, donde residía.

«Toda la vida laboral es de sacrificio, porque en cada curso uno quiere dar más, y me agrada trabajar con los niños y ser ejemplo, ya que el maestro tiene que ser modelo desde que entra en el centro hasta que termina la jornada. «Llegar temprano es fundamental, así como asistir, a veces hasta enferma. No me hallo en mi casa si me siento mal y no puedo venir. Así van 40 años de faena». Fefa es de las personas que piensa que lo bueno es ver el fruto de la labor que uno realiza y ese momento lo disfruta desde hace tiempo. Los años frente a un aula con tiza y borrador en mano le dan ese privilegio.
«Tuve varios alumnos que ya son hombres y mujeres y en la actualidad son licenciados, médicos, profesores y periodistas, y disfruto eso, verlos realizados».

¿El riesgo de ser maestro?

«A esta labor hay que dedicarle mucho tiempo, a veces sacrificando a la familia. Fíjate que yo estuve trabajando años con mis hijos, porque ahora dan un año de licencia de maternidad, pero antes eran tres meses y me tuve que incorporar y llevarlos todos los días conmigo para Consolación del Sur. Me los cuidaba una persona que vivía cerca de la escuela, nunca me otorgaron el círculo infantil.

«La docencia lleva mucha dedicación, a mí me gustan los primeros grados. Trabajé algún grupo hasta sexto, pero disfruto enseñar en primero o segundo, y en este curso estoy en tercero.

«Prefiero el primero porque es muy lindo: al final ves a los niños cómo escriben, leen y calculan, pienso que los demás grados son una reafirmación, claro siempre con algo nuevo de contenido».

Una de las cuestiones que preocupa en la educación cubana es el aprendizaje. ¿Qué piensa del tema?

«La familia tiene que apoyar al maestro, resulta necesario, porque en 45 minutos a veces uno no puede darle todo, y si los padres no reafirman en la casa y exigen el estudio, no funciona. Hay que mantener una estrecha relación y siempre estar orientando cómo ayudar al alumno».

¿Algún método en especial para enseñar?

«Cada profesor tiene su estilo. A mí me gusta estar sin descanso encima de los niños, para tratar de que lo escriban todo y así poder atender más sus características. Dentro de un grupo no todos están parejos en cuanto a conocimientos, no los captan igual ni los asimilan de la misma forma».

La experiencia, las habilidades y la pericia que dan los años le permiten a Fefa darse cuenta desde el primer día de clases qué niños avanzan rápido y cuáles no.

«Ellos conversan con uno y ahí el maestro puede apreciar por la forma de expresarse, por cómo hablan o por cómo les gusta lo que se les imparte, cuáles son los que se quedan un poco atrás y con esos se trabaja más».

SUS ALUMNOS: SU RAZÓN DE SER

Entre las anécdotas esta educadora recuerda los alumnos con dificultades grandes, a los que atendió de forma diferenciada y les enseñó a leer y a escribir.

«Siempre traté de darles los contenidos en el horario que ellos captaban mejor, incluso en el del almuerzo, en el que estaban solos y trabajaban directo conmigo y así logré que aprendieran. Hasta ahora lo he conseguido, principalmente con niños diagnosticados con retardo leve en el desarrollo psíquico, a quienes enseñé a leer y a escribir y avanzaron».

Protectora, exigente, conocedora de las características de sus estudiantes se manifiesta Fefa, quien habla de los que necesitan más a los maestros desde el punto de vista emocional.

«Los hay tímidos, aparte de que algunos son más espabilados que otros. En la actualidad los niños tienen mucha confianza con el profesor, tanto, que a veces piensan que son sus padres. Hoy se relacionan mejor que años atrás».

Sus joyas son sus pupilos y entre todos le vino a la memoria uno que recuerda con orgullo.

«Es brillante, hace el doctorado en Matemática en España, se llama Javier David, muy bueno, su mamá es profesora de Historia del ‘Fajardo’. Cada rato viene a saludarme. Ese grupo que llevé a sexto grado es muy pegado a mí, se acuerdan hasta de mi cumpleaños todavía. Me felicitan, me llaman y me dicen: ‘Lo que aprendimos en primaria nos sirvió para toda la vida’».

UN RETO PARA LOS MAESTROS

Ser docente en la actualidad lleva otros requisitos con respecto a años anteriores y sobre el tema reflexiona esta mujer: «Los niños conocen las nuevas tecnologías más que los docentes viejos, porque a veces no se cuenta con las mismas condiciones de los alumnos, la computadora en la casa, el celular. Aquí la mayoría de los estudiantes posee un teléfono o una tableta».

Considera que a la atención al maestro se le debe de dar más prioridad y ejemplifica con que en ocasiones no tienen la memoria flash o el video para prepararse en casa, pues en la escuela el tiempo no alcanza.
«Tratamos de que las clases nos queden bien, inventamos los medios y hacemos todo lo que podemos para que el proceso tenga calidad».

La maestra Fefa tiene dos hijos, un varón y una hembra, además de cuatro nietos, de los cuales tres viven con ella.

«Hay días en que llego a ayudarles a hacer las tareas: uno está en sexto, otro en séptimo y el mayor en octavo grado. Entonces la jornada sigue, a veces son las 10 de la noche y estoy con ellos, nunca dejo de ser maestra. La más pequeña comienza prescolar el año que viene».

La puntualidad constituye una cualidad humana a la que la entrevistada le da gran valor y por eso desde que empezó en San Andrés madrugaba para llegar temprano.

Para sus alumnos dedica su amor y es de las que defiende el concepto de que no hay estudiantes buenos ni malos, «unos más intranquilos que otros, con aprendizaje avanzado o promedio», pero eso sí, a todos les profesa su mejor manera y para ellos vive desde hace cuatro décadas.

Tomado de http://www.guerrillero.cu/pinar-del-rio/7944-fefa-la-maestra-necesaria.html?fbclid=IwAR3kMnKer7zgiMgvL5b6fBF19UMilGholhoKbwcTzae0ygCVixKusYmZXMI


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