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¿Cómo puede una institución educativa ser unidad productora?

En el politécnico Andrés Valdés, de Santiago de Cuba, se garantizan las viandas y los vegetales para alimentar a cerca de 1 200 personas, y se provee a otros centros, al tiempo que implementan una estrategia docente-productiva que ya genera ingresos

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Norberto Tamayo Castellanos es profesor de Transporte Ferroviario en el Instituto Politécnico Agroindustrial (IPAI) Andrés Valdés Fuentes, en el santiaguero municipio de San Luis.

«Procedo de la segunda graduación de este centro, fruto del proyecto cubano-soviético que, desde mediados de la década de los 70 del pasado siglo, edificó talleres para la reparación de casillas, coches y locomotoras, una terminal de carga y descarga de pasajeros y mercancías, así como un nuevo trazado y ampliación de las vías Central, San Luis-Guantánamo y San Luis-Bayamo». Desde entonces trabaja, vive y sueña con el Valdés.

Así lo refrenda José Enrique Román Villalón, fundador del entonces Tecnológico, «desde que tenía su sede en Alto Cedro, porque se ultimaban los detalles para la entrega del plantel, con el propósito de preparar al personal técnico-calificado para el desarrollo del ferrocarril en Cuba, y también de países hermanos, principalmente del continente africano y de Nicaragua. Allí primó el precepto martiano de vincular el estudio con el trabajo, fomentado por el Comandante en Jefe desde el mismísimo triunfo de la Revolución».

A este importante instituto llegó Granma, en pleno proceso eleccionario de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM), clases y las labores agropecuarias que se constatan por doquier.

Un prototipo de instituto politécnico

Según Artemio Pouyou García, jefe del Departamento de la Educación Técnica y Profesional en la Dirección Provincial de Educación, «contamos con 40 centros –de ellos 26 son politécnicos– en los que se cursan especialidades técnicas y de obrero calificado y, a tono con las exigencias de la sociedad y de la economía, hemos establecido los vínculos con el sistema empresarial y las nuevas formas de gestión. Se destacan, por su carácter provincial, los IPAI Pepito Tey, Julio Trigo y Andrés Valdés, este último para estudiantes de la región oriental». Ellos se insertan en las estrategias de desarrollo local y, bajo el principio de estudio-trabajo, en la producción de alimentos, y hasta de piezas de repuesto.

En ese sentido, el Andrés Valdés, con 904 estudiantes procedentes de las provincias de Santiago de Cuba, Holguín y Guantánamo, «tiene dos especialidades insignias: Explotación de transporte ferroviario y la de Mantenimiento y reparación de equipos ferroviarios. A ellas se suman otras 24, convenios con 14 entidades de la producción y los servicios de la provincia y 74 aulas anexas. Desde hace cuatro años, la dirección de Educación concentró los recursos humanos, materiales y financieros en nuestra institución para un mejor desarrollo del proceso docente-educativo», aseguró Juan Peña Cordero, director del Instituto.

«Hemos creado proyectos en los 53 grupos, para suplir, en la medida de lo posible, nuestras necesidades formativas, recreativas y, de manera muy particular, la de producción de alimentos, aunque no dejamos de hacer propuestas y de promover el consenso a fin de que la escuela funcione bien», precisó Erlizabeth Leyva Verdecia, presidenta de la FEEM.

Tras un proceso inversionista, en 2019, que revitalizó todos los espacios de la inmensa edificación, funcionan «los laboratorios de informática, de electricidad y se culmina el montaje del de química; de igual modo, los talleres de dibujo técnico, maquinado y ajuste, y las aulas especializadas de comercio, servicios gastronómicos, confecciones y de transporte automotor y ferroviario», argumentó Peña Cordero, quien enfatizó en «la estabilidad en la retención, la correlación entre matrícula inicial y graduados, y la garantía de ubicación laboral para todos. Además, el 81,3 % de los obreros calificados realizan sus dos años de adiestramiento en el sector no estatal, fundamentalmente en mipymes».

En los talleres se confeccionan –por los educandos– escuadras de persianas, rejillas de baño, pestillos, bisagras, clavos, cestos para la basura, brilladores, traperos, y otros trabajos de mayor complejidad por parte de profesores y especialistas, destinados a empresas y otras entidades que los contraten.

El déficit de materias primas ha provocado una disminución considerable de estas producciones, «aunque se priorizan los recursos para los ejercicios prácticos, a fin de emplearlos en la propia escuela, porque somos también responsables de su mantenimiento», declaró Osnaida Hechavarría Cortina, dirigente de la FEEM.

La estrategia docente-productiva de este IPAI ya da sus frutos. Con el establecimiento de un centro para el procesamiento de la caña de azúcar se están obteniendo derivados como el guarapo, la meladura, y raspadura, «comercializados por la cooperativa de producción agropecuaria Desembarco del Granma, que en nuestra cuenta bancaria deposita las ganancias. Las primeras fueron de 2 225 pesos, convertidas en otra fuente de financiamiento, además del presupuesto que el Estado nos asigna», detalló Marianela Socarrás Pérez, jefa de la ETP en el municipio.

La inserción de 21 estudiantes de las carreras de agronomía, carpintería, albañilería, electricidad, construcción y contabilidad, «en un proyecto de desarrollo local auspiciado por la Federación de Rusia, posibilitará la demostración de sus competencias profesionales en el propio municipio, así como mejores condiciones laborales», aseveró Socarrás Pérez.

En la casita infantil Mi pequeña estación, inaugurada este año, son atendidos, por tres educadoras, 20 niños cuyos padres laboran en el sector, aunque también está abierta para los hijos de trabajadores de otros organismos y de la comunidad. Los alimentos son provistos por el centro y, dadas sus características, «prácticamente funciona como un círculo infantil, y aspiramos a que el grado de Preescolar también se instrumente aquí», expuso el director del Valdés.

La soberanía alimentaria es letra viva

Desde su concepción original, las escuelas en el campo vinculan el estudio con el trabajo, con énfasis en la producción agropecuaria; cuestión fortalecida desde los años 90 del pasado siglo y que, a tono con la Ley 148 de Soberanía Alimentaria y Seguridad Alimentaria y Nutricional, aprobada por la Asamblea Nacional del Poder Popular, en este politécnico demuestra su factibilidad.

«Tenemos 8,6 hectáreas sembradas, con calabaza, yuca, boniato, quimbombó, plátano, y pastos y forrajes para la alimentación de los animales, así como un huerto intensivo con los condimentos frescos para la cocina; el organopónico y el jardín de plantas medicinales; también se fomenta la masa ganadera (cunícola, ovino-caprino, bovino y equino)», describió Ángel Méndez Parada, subdirector de formación y producción, tras afirmar que el centro se abastece de viandas y vegetales, y aprovisiona a dos círculos infantiles, un hogar de ancianos y otro materno.

Aunque desarrollaban las elecciones estudiantiles, cientos de estudiantes y profesores se encontraban en las áreas agrícolas. «Uno siente mucha satisfacción al saber que aporta a la escuela y a la sociedad, además nos forma como cubanos de bien», dijo, con la mirada fija en el azadón, el estudiante de segundo año de Electricidad, Yandel Agramonte Zamora.

Por su parte, Zoe Román Díaz, quien cursa Gestión del capital humano, explicó que, «dos veces a la semana atendemos las siembras y recibimos muchas enseñanzas de los profesores de Agronomía y de los trabajadores de la finca».

Yoennis Cuello Duani, del grupo de Fabricación del Azúcar, añadió que «solo de esa forma vencemos al bloqueo, produciendo lo que comemos, sin depender de nadie».

En el IPAI sanluisero hay 36 obreros agrícolas que atienden, además de los cultivos, la masa ganadera «que se va reproduciendo, principalmente los conejos, y proyectamos la crianza de aves. Nosotros somos orientadores agropecuarios, por lo que transmitimos conocimientos a los estudiantes», sentenció Ulises Peña, jefe de finca.

A partir del cumplimiento de los planes –según la estación del año– «realizamos ventas a los trabajadores, a precios un 50 % por debajo de los aprobados por el Comité de Contratación del municipio. Por ejemplo, una libra de yuca se oferta a diez pesos; la de boniato a cinco, y así con el quimbombó, la calabaza, el plátano burro y las hortalizas», ponderó Méndez Parada.

El constante perfeccionamiento del Sistema Nacional de Educación propicia que experiencias de este tipo se generalicen. No obstante, en la medida en que en las escuelas la producción de alimentos se fomente en toda su expresión –y modalidades–, la «soberanía» será un logro que dejará atrás los gastos de importación y transporte.

(Fuente: Texto y foto tomados de Granma)

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