Noticias

En la entraña montañosa de la Isla, una escuelita como un lucero

Hay algo más hondo en esa descarga de fervor inocente de una niña de nueve años, a punto de iniciar el 4to. grado de la Enseñanza Primaria en uno de los sitios más recónditos de Cuba

image_pdfimage_print

EL LECHERO, REALENGO 18, Guantánamo.–El tanteo de las manos adultas lo ratifica: la blusita blanca entalla a la perfección en el torso de Lucimayris «¡y a la saya no hubo que hacerle nada, ¿viste?!», la pequeña lo celebra con una palmada frente a Damaris Basulto Hojeda, su «tía y cómplice en estos preparativos».

Palabras, miradas, sonrisas, gestos, todo denota complicidad entre ellas, mientras la mujer le prueba el uniforme a la niña que busca el lente de Granma con la mirada.

Los de Lucimayris son los ojos más hermosos y vivarachos que han visto los míos en este verano. Esa mirada adquiere brillo de astros en su íntimo diálogo con Damaris: «No me falta nada, tía», recalca con la palma de la mano izquierda hacia arriba y el índice de la derecha en oficio de balancista: «Tengo los zapatos, a mi papá y a mi mamá no los dejé tranquilos hasta que me los compraron».

La tía y Gricelda, la prima, sonríen contagiadas por la felicidad de la niña: «Mira mi felpa. Y estas son las medias. Dime, ¿no combinan con los colores del uniforme».

«Claro que sí –responde su interlocutora–, ¡lucen lindísimas!».

«¡Aaaah! –vuelve la chiquilla a la carga–, así es como yo las quería, y a mi papá y a mi mamá todos los días –agrega, dando tres golpes de puños sobre la palma de su mano izquierda– se las pedí, se las pedí y se las pedí; ya las tengo.

«¡Oh, sí!, me regalaron bastante para este curso –reacciona Luci a una pregunta de Granma–, esta mochila azul, mire el estuche para llevar la merienda, el pomo del agua, estos lápices y bolígrafos me los mandó mi otra tía que vive allá –señalando al sudeste– en la ciudad de Guantánamo, pero ella dice que me los compró en La Habana».

Hay algo más hondo en esa descarga de fervor inocente de una niña de nueve años, a punto de iniciar el 4to grado de la enseñanza primaria en la entraña montañosa de la Isla. Su entusiasmo es un canto a la responsabilidad individual, hogareña y de la familia, esa otra dimensión –no menor– de los preparativos de un curso escolar que comienza, y que no ha de excluir a nadie.

Es así como lo asume, sin pregonarlo, la licenciada Mabel Torres Bazán, una pedagoga con 43 años de experiencia, quien después de jubilada regresa. Ella dirige la escuela primaria Ignacio Agramonte Loynaz, donde estudia Luci.

Ya la responsable del centro y su colectivo confeccionan el horario docente, movilizan a la comunidad, a la familia, planifican clases, se detienen en cada detalle del Tercer Perfeccionamiento, y socializan entre ellos la estrategia para llegar victoriosos al final de un curso que otra vez encontrará más de un obstáculo en el camino.

La escuelita del Lechero es una de las 817 instituciones educacionales guantanameras a punto de abrir sus puertas. La provincia ha trabajado en el mejoramiento constructivo de 25 de esos inmuebles, sin contar otros 14 a los que fue necesario devolverles los parámetros higiénicos funcionales, de cara a la apertura del periodo lectivo, según informó a este diario Raquel Laviste Villafruela, al frente del sector en el territorio.

En el concierto de una isla perseguida y bloqueada, pero no detenida, la escuelita es apenas una partícula, y Luci­mayris una estrellita más en el enjambre de infantes, adolescentes y jóvenes de la enseñanza general que volverán a las aulas cubanas el próximo curso.

Rodeada de bosques e historia en la comunidad del Lechero, corazón del Realengo 18, allí, donde Lino de las Mercedes Álvarez vivió, trabajó y a fuerza de liderazgo y bravura perpetuó su leyenda, está enclavada la escuela multigrado de esta niñita impaciente.

Lucimayris quiere que las horas pasen volando hasta que la alarma del teléfono le anuncie el segundo amanecer de septiembre. Ese día, después del reencuentro, seguramente escuchará a Mabel Torres decir que en su escuelita estudiarán 23 de los cerca de 87 200 niñas y niños que regresan a las aulas guantanameras, y de los más de 1 600 000 que lo harán en todo el país.

Nuevamente tendrán quienes los instruyan y eduquen, a pesar de los pesares, dispondrán de los materiales imprescindibles, y que el territorio envió más 300 profesores de la enseñanza media, en apoyo a la cobertura docente en La Habana, eso también se escuchará de Mabel.

Como las expectativas de la pequeña Luci, y las de tantos cubanitos y cubanitas por la cercanía del venidero lunes desbordan las páginas de un periódico, le robo a Silvio el pedacito de una canción que pudiera resumir lo que ya se puede ver en el horizonte: «Se está arrimando un día feliz».

(Granma)

0
Apreciamos sus pensamientos, por favor comente.x
Ir al contenido