Tomado de
Radio Mambí
Ante la emergencia sanitaria por el nuevo coronavirus que tiene en vigilia y tensión a casi todo el mundo, el Gobierno de Cuba adoptó medidas oportunas e inteligentes de manera que la medicina siguiera haciendo proezas a favor de la vida, la vitalidad de los principales servicios continuara y la casa se transformara en refugio ideal para contribuir a contener, enfrentar y controlar la letal enfermedad.
Para lograr el aislamiento social tan eficaz en la lucha frente al riesgo de contagio y la posibilidad de morir, una de las primeras indicaciones de los ministerios de Educación y Educación Superior fue recesar las actividades docentes, proceso que se ha extendido por la situación actual de la pandemia.
Así las casas, fortalezas idóneas para cuidarse, protegerse y estar a salvo del peligro de infección de una enfermedad de rápida propagación, han devenido también en fértiles escuelas mediante las teleclases para la adquisición de nuevos conocimientos y afianzamiento de contenidos recibidos en el curso por estudiantes de todas las enseñanzas y que imparten preparados maestros y profesores.
Más allá de las improvisadas aulas, muchas historias se escriben por estos días expresión de la vocación humanista de la Revolución cubana, entre las que sobresalen las de los médicos, enfermeros, técnicos y especialistas de la salud que derrochan talento y arriesgan la vida para salvar la de otros, no importa si es en su tierra o fuera de las fronteras nacionales, como fieles herederos del legado del Comandante en Jefe Fidel Castro, quien les enseñó que Patria es Humanidad.
Ese ejemplo se multiplica hoy en los hogares cubanos, transformados en una gran escuela donde niños, adolescentes y jóvenes adquieren no solo conocimientos sino también valores, para aprender desde ahora a hacer el país que queremos y que nos merecemos, y para ser mejores profesionales en el futuro y mejores personas.
Tales lecciones llegan hasta el corazón de Karolina Lozada González, aplicada alumna de sexto grado de la escuela Raúl Gómez García, en el centro urbano Abel Santamaría, de Santiago de Cuba, quien asegura aprovechar muy bien las clases ofrecidas por la TV y repasar las instrucciones con el apoyo de su mamá Eva María cuando regresa del trabajo.
Además de ayudar y cuidar a su abuelita Meida ante la pandemia por el nuevo coronavirus, refiere que no pierde ni un minuto de tiempo porque le gustan todas las asignaturas, Lengua Española, Historia, Matemática, Ciencias y Geografía, y desea terminar con resultados la Enseñanza Primaria para seguir los estudios hasta convertirse en una buena profesional en el futuro.
Al otro lado de la ciudad, en el poblado de El Caney, Yelina Portuondo Hernández, quien cursa el quinto grado en el seminternado Abel Santamaría, manifiesta que en el horario de las teleclases se dedica por entero a atender para aprender los nuevos contenidos y luego repasar con el auxilio de la abuela Nancy porque su mamá Yelena continúa prestando servicios en el banco donde labora.
Yelina, una escolar muy destacada en un centro modelo de la educación cubana como el “Abel Santamaría”, confiesa que ella quiere ser médico para curar y salvar vidas como los que ahora luchan en Cuba y en otras partes del mundo para enfrentar y controlar la COVID-19, por eso sabe que debe estudiar mucho desde ahora para alcanzar ese sueño.